Nunca Menos

lunes, 4 de octubre de 2010

Lo contradictorio del discurso conservador del poder económico.

Este es el extracto de lo tratado en el encuentro de Presidentes de ADEBA con relación al proyecto de ley sobre la participación del trabajador en las ganancias extraordinarias de las empresas impulsado por Héctor Recalde.

En el día de la fecha tuvo lugar un nuevo encuentro de los Presidentes de la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA), Jorge H. Brito; Cámara Argentina de Comercio, Carlos R. de la Vega; Cámara Argentina de la Construcción, Carlos E. Wagner; Sociedad Rural Argentina, Hugo L. Biolcati; Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Adelmo Gabbi y Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, como había sido programado en la reunión anterior.

El proyecto de ley de participación laboral en las ganancias y control sindical de los resultados fue la cuestión dominante del encuentro, por la gran preocupación que despierta una iniciativa de semejante alcance, proyectada sin consenso empresarial, en un tiempo en que el país necesita un muy fuerte aumento de la inversión que genere más empleo y desarrollo.
Los dirigentes pusieron de relieve que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dispone la consulta tripartita previa (Gobierno, trabajo, empleadores) y es un compromiso de rango constitucional asumido por Argentina, porque el acuerdo constituye un mecanismo indispensable para resolver toda cuestión como la planteada.
A su vez, rechazan categóricamente los proyectos en cuestión, máxime cuando se comprueba que avanzan hacia un poder de interferencia sindical que choca contra los principios constitucionales de derecho de propiedad y de ejercicio de toda industria lícita al otorgar a los sindicatos facultades de fiscalización y de información ajenas a su cometido muy superiores a la de los propios accionistas.
Hubo unanimidad de opiniones afirmando que esta situación se agrava aún más en un contexto en el cual la imposibilidad de ajuste de los balances por inflación genera una fuerte distorsión en el resultado de los mismos.
Destacaron las entidades reunidas, que siempre impulsaron la negociación colectiva como la práctica idónea para resolver positivamente las cuestiones que involucran a trabajadores y empleadores.
Y enfatizaron que, mediante acuerdos colectivos, se posibilitó que los ingresos de los trabajadores del sector formal convencionado hayan experimentado en los últimos años incrementos bien superiores a la inflación real, posicionando los salarios en dólares de los trabajadores argentinos muy por encima de los de la región y de muchos de los países con los cuales compiten nuestros productos.
Finalmente, todos coincidieron que este tipo de iniciativas fracasan cuando no se las impulsa mediante acuerdos y consensos previos. Los asistentes ratificaron su confianza en el diálogo que tenga en cuenta circunstancias, marcos de colaboración y de productividad indispensables para un real crecimiento con empleo e inclusión social. (Fuente: Cámara Argentina de Comercio, sitio oficial)




En negrita remarqué lo que me llamó la atención de este discurso, dado que he visto desfilar en otros momentos a estos popes por todos los canales, expresando su mirada del andar del país completamente opuesta a la que esgrimen ahora. ¿Qué fue lo que cambió?  ¿No es que la inflación licuó todas las reivindicaciones salariales? ¿No es que Argentina es el único país de la región que no crece? ¿ No es que la falta de incentivos salariales hacen perder competencia al producto nacional con relación al resto de la región?.
Pareciera ser que no es tan así, parece que ese discurso sirve para trasmitirle confusión a la gente en pos de atacar a un gobierno que vino a poner las cosas en su lugar, resulta que los trabajadores están pasando penurias pero cuando se quiere profundizar en políticas para su desarrollo que atentan contra los intereses de las patronales no hacen falta porque estos están viviendo una especie de primavera.
En fin, estas son las contradicciones del poder económico en la Argentina, que nos postergaron durante tantos años  y que caen en estos errores infantiles porque subestiman al destinatario de su retórica tan efectiva e incuestionable en la década del 90 pero que ya huele a rancio.

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